Foodilove, además de amar la comida y todo lo que la rodea, tiene otra pasión: su locuelo amor por el mar, la mar. Pues bien, en el mar hay un tipo de peces que destaca sobre los demás porque, no solo tienen el privilegio de disfrutar de todo lo maravilloso que hay bajo el agua, sino que también disfrutan, gracias a sus aletas pectorales, del vuelo en superficie. El pez volador, un espectáculo. El restaurante Al Solito Posto en Sevilla es el pez volador de los restaurantes italianos.

Las dos aletas que lo hacen sobresalir en su especie son su propuesta de platos fuera de carta y su mimosamente extensa bodega. Clavan con autenticidad y calidad los platos italianos de base, los que hay bajo el agua, y consiguen sus saltos al aire brillando con platos maravillosos, que cambian cada semana pero en los que permanecen dos denominadores comunes: la presencia de alguna creación con atún rojo de almadraba de Barbate de muchos quilates y su acertada vocación por unir de un modo creativo y mediterráneamente desenfadado lo italiano con lo andaluz. Para explicar cómo sus propietarios, Nacho y Miki, aciertan en esa vocación, hoy le voy a dar una tregua a la palabra fusión (que en los demás posts ya la he exprimido obsesivamente hasta lo blanco) y me invento un término nuevo: gastro-mestizaje, y del bueno. Por mucho que en Sevilla nos empeñemos en pegarle una patada a la lengua italiana y decidamos unilateralmente que  este sitio se llama”El solito posto” (sic), admitamos que en la mente de los 64 millones de hablantes de italiano del planeta el nombre de este restaurante significa en español “El sitio de siempre”. Y eso ha sido para mí desde hace tiempo, cuando se instalaron por primera vez en Sevilla cerca de la Plaza del Pan.

Cuidan escrupulosamente a las personas celiacas con una oferta de platos sin gluten, tratados en cocina y en sala con una profesionalidad digna de la Nasa. Incluida la cerveza, sin gluten, feliz. Su menú del día (lunes a viernes) por 9,50 € tiene una pinta tan buena, que al leerlo miras a tu alrededor para buscar la cámara oculta. No hay, es así de genial. Come y sonríe que nadie te graba. Como diría mi amada y adolescente hija Paula: LOL.

De su fondo de armario italiano nos quedamos con los Ravioli de pera con salsa de quesoporque nos embelesa cómo han conseguido que un contundente plato de pasta sea tan ligero, fino y con un tacto divino que quien lo toca se queda con él… Mi hijo Leo siempre quiere ir a bailar pero no me sugiere un sitio caro, sino El sitio de siempre. Los Spaguetti Allo Scoglio son redondos en su combinación de moluscos jugosos, tomate natural y hierbas frescas. No te dejan indiferente. Las pizzas son grandes, tanto literal como metafóricamente. Nuestra favorita es un calzone llamado UFO, que es la sigla, inglesa en origen e italiana por adopción, de Unidentified Flying Object, nuestros OVNIs, vamos. Esta sublime joya no es volante y está muy bien identificada por su mozzarella, tomate fresco, salami, champiñones, gorgonzola, próvola y cebolla. Podría alimentarme solo de ella si no explotase (yo). Fuera de carta nos estremece su Tartar de atún, límpido, cristalino, porcelánico.

Tienen una amplia terraza que consiguen usar todo el año, con atrezzo de calefacción o parasoles, para deleite de una clientela que disfruta viendo la vida pasar por la Alameda, mientras se entrega en cuerpo y alma al gran placer de ser feliz. El equipo es predominantemente italiano. Sus propietarios consiguen transmitir su pasión por la comida cada vez que explican los platos fuera de carta y se les ve ese brillito en los ojos que solo tienen los niños y algunos adultos que disfrutamos mucho de lo que hacemos.

Al más puro estilo Obélix: “¡estos italianos están locos!” pero el restaurante de estos italianos es y será para foodilove El sitio de siempre. Nos os perdáis la foto de tu salsa picante casera, les define. LOL. 

Esta entrada es original del blog “Foodilove” de Concha Ortiz.