Siempre pasa lo mismo: “Este es un vino que guardo para una ocasión especial“…”No, ese no, ese está reservado“…”Menuda pena tomarnos el vino hoy, ¿no? Esperemos a que estemos todos“. Frases míticas y célebres que en todos los hogares y en todos los grupos de amigos se repiten cuando alguien quiere coger “ese vino”.

Lo cierto, es que es normal, esperar para celebrar cosas, y que siempre es mejor que estemos todos, pero también lo es, que el vino, y no me cansaré de repetirlo, es para beberlo, y no para guardarlo. Ya que como producto vivo que es, tiene una vida limitada, una fecha de caducidad, un punto de no retorno… Y aunque se diga y se repita hasta la saciedad que los buenos vinos mejoran con los años, esta frase no deja de ser solo una verdad relativa. Y explico por qué: los vinos, a la hora de ser elaborados, se puede pensar que sean buenos para envejecer en botella o sencillamente para tomarlos sobre la marcha. La mayoría de los vinos, o por lo menos muchos de ellos, corresponden más a este segundo grupo. Pero es que los que corresponden al primero, tampoco tienen una vida ilimitada. Pueden durar tres, cuatro, cinco años o incluso diez, y sí, es verdad que algunos muchos más, pero estos son los menos, de hecho, estos corresponden a un grupo al que la mayoría de los mortales, tenemos poco acceso. Primero, porque estos vinos suelen ser bastante caros, y segundo porque para que un vino mejore durante tantos años, se necesitan unas condiciones de conservación, de las que la inmensa mayoría de las personas carecen…

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