Cientos de bodegas tratando de emerger, decenas de denominaciones e Indicaciones geográficas, que quieren dar su salto, pero qué poca promoción, qué necesidad de comunicar, transmitir...
Acostumbrado a ser tú quien dice las cosas de los vinos, hace que muchas veces pierdas la perspectiva. En el vino hay diferentes opiniones y, en esta ocasión, me ha resultado un absoluto placer compartir los momentos tan agradables que he pasado con los vinos, con las personas y con las circunstancias.
Para ser sincero, aun dedicándome a esto del vino desde hace ya un montón de años, me sigue costando hablar de vino. Hacerlo supone muchas cosas, muchos parámetros a tener en cuenta, muchos detalles que a menudo se te escapan y muchas personas implicadas en un proceso de producción.
Hay bodegas para todo tipo de público y bolsillo, y con bolsillo no solo me refiero al del consumidor, sino al del empresario que también tiene que gastar, y mucho, en conseguir que su bodega funcione bien.
Cuando en Abril de 2013 me invitaron a una cata de vino, mis intenciones no iban más allá de aprovechar dicha cata, para hablar con el propietario del local sobre algún posible negocio, pero claro, el destino no entiende de negocio ni de catas de vino, se limita a hacer su papel...
Venía en el coche de una comida con unos amigos, habiendo disfrutado de un exquisito puré de lentejas, y un magnifico pollo asado con ensalada aderezada con una salsa digna del paladar más exquisito y una extraña combinación de pimientos rojos en tempura que quitaban el sentido...
Cada vez que le digo a alguien por primera vez a lo que me dedico, siempre sale una sonrisilla sardónica en la cara de mi interlocutor, a lo que acto seguido, añade, “vamos que tú ganas dinero por estar todo el día bebiendo, y divirtiéndote”, o algún tipo de comentario por el estilo.
Me habían hablado hace algún tiempo de una persona que de una manera altruista podía facilitarte unos vinos franceses, ya que los traía simplemente por el hecho de tenerlos y compartirlos.