Hacer coincidir el horario de toda la familia a la hora de sentarse a la mesa hoy en día puede resultar una misión imposible. Los cambios sociales experimentados en los últimos años en relación con la estructura familiar y la incorporación de la mujer al mercado laboral hace que compartir la mesa requiera un esfuerzo titánico. La mesa es el entorno ideal para compartir y hacer vida en familia. La familia ejerce una fuerte influencia en la dieta de los niños y de los adolescentes y en sus conductas relacionadas con la alimentación. La comida es un momento social. Es una situación en la que la familia se sienta a compartir un rato agradable mientras se cuentan cómo ha ido el día y los planes para el siguiente.

Comer juntos en la mesa familiar, padres e hijos, tiene muchas ventajas:

  • Previene el sobrepeso u obesidad. Comer varias veces a la semana en familia (más de 5 veces) se asocia a un mayor consumo de frutas, verduras, pescado, y a una disminución en el consumo de fritos y refrescos. La fundación Thao (programa de prevención de la obesidad infantil), en su último estudio anual, señala que comer en familia previene la obesidad infantil.
  • Fomenta una alimentación saludable. Los hábitos dietéticos se inician a los 3-4 años de edad y se establecen a partir de los 11 años, con una tendencia a consolidarse a lo largo de toda la vida. “La infancia es, por ello, un periodo crucial para actuar sobre la conducta alimentaria, ya que las costumbres adquiridas en esta etapa van a ser determinantes del estado de salud del futuro adulto” recoge el texto de presentación de la Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad (NAOS) en España. Las investigaciones muestran que la comida familiar tiene una influencia notable sobre la calidad nutricional de las dietas de los niños.
  • Comer en familia desde que son pequeños. Aunque la costumbre más extendida es dar de comer a nuestros hijos cuando son muy pequeños, antes de que comamos nosotros, por cuestiones que tienen que ver con su ritmo de sueño, lo mejor es incorporar a los miembros más pequeños a nuestra mesa lo antes posible. Se trata de hacer un hueco en la mesa familiar y colocar su trona en la cabecera. Al él le encantará formar parte del clan, establecerá una relación saludable con la comida e incorporará nuevos alimentos. No hay nada que le guste más a los niños que imitar a sus padres.
  • Mejora el patrón alimentario de los adolescentes. El análisis de la dieta que siguen los adolescentes revela que son pocos los que adoptan las recomendaciones de ingesta establecidas por los expertos y las autoridades sanitarias. En general, consumen más grasa y azúcares refinados que la cantidad recomendada, y menos de los grupos de frutas, cereales y productos lácteos. Esto ocasiona, por una parte, un exceso de aportes calóricos y una deficiencia, en algunos casos, de algunos nutrientes (vitaminas, minerales y fibra).
  • Los niños aprenden buenos modales en la mesa. Los niños aprenden a comer en la mesa aunque sólo sea por imitación. Cuando tus hijos vean que los mayores usan los cubiertos, adoptan una postura correcta o no hablan con la boca llena, ellos harán lo mismo.
  • Comiendo juntos se desarrolla la capacidad de comunicación. Las comidas familiares pueden favorecer el desarrollo del lenguaje y las habilidades de comunicación e inducir un descenso en las conductas de riesgo en los adolescentes. Los resultados del Family Narratives Project, de la Universidad de Emory, mostraron que los hijos de familias que comían habitualmente juntas conocían mejor la historia familiar, tenían un mayor nivel de autoestima, se relacionaban mejor con sus compañeros y presentaban una mayor capacidad de tolerancia frente a la adversidad (resiliencia). También suelen presentar mejores resultados académicos, son más felices y tienen más esperanza de futuro. Lo importante no es la comida, sino la familia. La comida es sólo la ocasión, la excusa. El objeto principal, es la familia.

Una vez establecido el hábito de comer todos juntos, debemos intentar crear:

  • Ambiente relajado y sin prisas. Debe ser un acto agradable de encuentro y convivencia familiar, favoreciendo el aprendizaje por imitación. Un ambiente positivo en las comidas, libre de conflictos, estimula que se coma más veces en familia. No es el momento de dar sermones, sino de pasarlo bien y de ser positivos.
  • No comer con la TV. La influencia positiva de la comida en familia puede verse anulada si la comida tiene lugar delante de la televisión. En la medida de lo posible deben evitarse interrupciones y distracciones (televisión, teléfono, radio, etc.).
  • Respetar la rutina con respecto a la hora y lugar donde comer para adquirir un hábito.

Esta entrada es original del blog “Komo-como” de Regina Martínez.