Los problemas para comer suelen ser muy frecuentes en la etapa infantil. Durante estos primeros años los niños pasan por importantes cambios que van desde tomar leche del pecho de la madre a comer alimentos sólidos con cubiertos, y todo esto en un intervalo muy breve de tiempo. Durante el primer año un recién nacido crece 20 cm y triplica su peso (en términos redondeados), motivo por el cual los bebés comen tanto, la dificultad suele presentarse en el segundo año (disminuye la velocidad de crecimiento) y muchos niños “dejan de comer” (en realidad comen lo mismo o menos, porque necesitan menos energía para crecer). Paralelamente a esto, nos encontramos con una fase de oposicionismo que suele darse, en mayor o menor medida, en todos los niños en torno a los 2-3 años.

Los padres angustiados y deseosos de inculcar unos hábitos nutricionales sanos a menudo recurren a diversas estrategias, como la presión o el chantaje, para tratar de resolver la situación, aunque las consecuencias negativas que pueden surgir de estos intentos de modificar el comportamiento alimentario puedan afectar a las relaciones entre padres e hijos e incluso entre los propios cónyuges.

Estrategias de los padres Respuesta de los niños
Persuasión: “una por mamá”, “para que seas  más fuerte que papá”. Distracción: ponerle dibujos animados, cantar, bailar o contar cuentos durante las comidas. Manipulan a los padres o terminan por aburrirse.
Sobornos o premios (postre, regalos, salidas al parque, dinero) No es una buena idea “comprar” a un niño para que coma. Los resultados de investigaciones realizadas señalan que el refuerzo cognitivo al consumo de un alimento, reduce la preferencia por ese alimento. Por otro lado como esta actitud  implica una ganancia, perpetúan la conducta y se produce una escalada de exigencias.
Convertir  la comida en una “fiesta” Los niños reciben un refuerzo positivo frente a no comer “si me niego a comer me harán fiesta”, lo que perpetúa la situación.
Amenazas: “te vas a quedar pequeño”, “no te voy a querer más”, “voy a traer a otro niño para que se coma tu comida” Después de las primeras amenazas, éstas pierden fuerza y  terminan por no importar a los niños. Por otra parte saben que no son ciertas o bien que nunca se concretarán, lo que hace que los padres pierdan credibilidad
Comer a la fuerza (tapar  la nariz, meter la cuchara a la fuerza) o utilizar frases como: “te lo comes porque yo lo digo y punto” Los niños ofrecerán aún más resistencia, dará manotazos, escupirán la comida o se provocarán el  vómito. La hora de la comida puede transformarse en un verdadero “campo de batalla”, lo cual se intensifica si sumamos una estrategia de alimentación basada en el uso de castigos y normas excesivamente rígidas.

La solución ante el problema pasa por establecer unas normas de conducta alimentaria. “Es como aprender a andar, los niños necesitan ayuda para alimentarse bien”. Es muy importante aplicar estos principios básicos de alimentación de una forma constante. La única manera que tenemos de conseguir que los niños aprendan qué conductas son adecuadas y cuáles no, es habituándoles a una secuencia de actividades que se repiten día a día y haciéndoles ver que tanto cumplir con ellas como no, implica unas consecuencias.

  • Debemos saber que la primera regla de oro es la paciencia y la segunda, también. Es fundamental mantener la calma. Cualquier manifestación de enfado servirá a tu hijo como reforzador por lo que seguirá negándose a comer porque sabe que así le haces caso. Mantén una situación neutra. Nunca enfadarse, ni siquiera parecer enfadado, ni tampoco excesivamente animado o excitado (p.ej. no es buena idea hacer volar aviones hasta la boca)
  • Tan pronto como el niño coma alimentos sólidos debemos crear “La Mesa Familiar”. Los miembros de la familia deben comer juntos. El padre o cuidador debe sentarse para compartir la comida con el niño. Usar una silla alta delante de la mesa de forma que el niño esté sentado al mismo nivel que los demás.
  • Sírvele en el plato la comida que consideres que debe comerse. Utiliza porciones razonablemente pequeñas, evita llenarle el plato (recuerda que no es un adulto).
  • Evitar las distracciones. Evitar la TV y compaginar la comida con otras actividades de juego.
  • Deja intervalos de 3 ó 4 horas entre las comidas. Evita los aperitivos como dulces, leche y zumos. Con actitud calmada, dile que no.
  • No entres en el juego de ponerle lo que él quiera. Nunca cambiar un plato por otro. ”Con tal de que coma…” Los padres deciden dónde, cuándo y qué come el niño y el niño decide cuánto.
  • La comida no debe durar más de 30 minutos. Las comidas familiares que se eternizan son un verdadero suplicio para los pequeños. Si el niño come poco a poco, utilizar un plato que mantenga el alimento caliente. Al cabo de 10 minutos, si sigue igual, retirar el plato tal y como esté y reemplazarlo por el siguiente sin comentarios ni dramas. Pero si el niño exige comer 10 minutos después de la comida, no debe dársele nada hasta la merienda, sin enfadarse pero firmemente; no es ningún drama que el niño pase hambre 1 ó 2 horas. Es incluso deseable que sepa lo que es la sensación de hambre. Si sus padres tienen suficiente constancia, el niño comprende muy pronto que debe comer a la hora de las comidas, y sólo a esa hora.
  • A veces tu hijo no desea comer porque no se encuentra bien. Cambios físicos como la salida de los dientes o una enfermedad pueden explicar su inapetencia. ¿Puedes imaginarte cómo debe ser tener el plato lleno de comida cuando no tienes ganas y te sientes alterado porque tu madre está enfadada contigo?
  • En ocasiones, determinados acontecimientos como el nacimiento de un hermano o ingresar en el colegio pueden ocasionar pérdidas de apetito que se superan cuando el niño se adapta a la nueva situación.

No obstante, ante inapetencias constantes y mantenidas en el tiempo lo más adecuado es consultar al pediatra y seguir sus indicaciones. En cualquier caso es muy importante ser conscientes y aceptar que no todos los niños son iguales y que su interés por la comida y alimentación puede ser muy variable.

Esta entrada es original del blog “Komo-como” de Regina Martínez.