En busca de un burdeos que combine con el tofu picante
Aunque los franceses son los caldos favoritos de los chinos, el sabor del Burdeos no es el más apropiado para platos tradicionales como el tofu picante, explica el británico Chris Ruffle, fundador en 2004 de unas bodegas alojadas en un castillo escocés en la provincia oriental de Shandong.
Ruffle produce en la actualidad unas 5.000 botellas de vino orgánico de sus bodegas Treaty Port, entre cuyas marcas estrella cita Castle Red, The Admiral o The Commissioner, y destaca el interés de sus clientes chinos por el Whisky Mac, un Whiskey mezclado con licor de jengibre, muy del gusto local, asegura.
Este británico es uno de los muchos extranjeros que tratan de abrirse camino en el desembarco de los vinos extranjeros de uva en China, convertida en tierra de promisión para los negocios de lujo occidentales debido a la crisis.
“A los miembros del Partido (Comunista) les gusta alardear de vinos con los extranjeros, pero al mismo tiempo están muy orgullosos de sus vinos chinos. El mío es un vino chino”, señala entusiasta.
No obstante, Ruffle reconoce los no pocos obstáculos a los que se enfrenta en su producción, como la querencia de sus empleados chinos por el uso de fertilizantes químicos, y el nivel de la contaminación del suelo y del agua en el país asiático, lo que dificulta la producción biológica, sólo estimulada por requisitos mínimos.
Ruffle asegura que el tinto dulce Banyuls, del suroeste de Francia y que él importa, es el único vino que conoce “que va bien con el tofu picante”, un popular plato local a base de pimienta de Sichuan, conocida por producir una especie de parálisis durante varios en la lengua tras su ingesta.
La iniciativa del británico no es única, ya que los bodegueros australianos están también exportando su cultura vinícola al país asiático, y marcas de Burdeos, como Chateau Lafite Rothschild, están plantando viñedos y llevan a cabo catas por toda China, donde el consumo aumenta al ritmo que decae en Occidente.
China importó en 2010 más de 700 millones de euros (968 millones de dólares), con un aumento del 61 por ciento con respecto al año anterior, la mitad de esa importación fue francesa, un 20 por ciento australiana, y cada vez son más los chilenos y neozelandeses que ingresan en el país gracias a los acuerdos de libre comercio.
Después de 30 años de apertura, China se ha convertido en el décimo productor de vinos y el duodécimo en consumo, según la consultora china Pro-Wine, y su importancia es creciente para productores como España, que exporta un 60 por ciento de sus caldos a Italia, China, Rusia y Francia.
Sin embargo, la mejora de la calidad china se ha materializado en el premio que la prestigiosa revista británica de enología Decanter” concedió al vino Jia Bei Lan, cosecha del 2009 de la bodega Helan Qingxue, de Ningxia, como el mejor Burdeos de 2011.
China está viviendo lo que Jim Boyce, fundador de una web sobre vinos en el país asiático, denomina la colonización del Cabernet, debido a que el consumidor local, poco docto en enología, todavía se guía por el precio (caro) y el color (oscuro) a la hora de comprar un vino importado.
El motivo, señala Frankie Zhao, fundador de Pro-Wine, es que a los ricos les gusta alardear de su opulencia, pero pide cautela para los que esperan que 1.340 millones de chinos consuman vino.
“China tiene un gran potencial, pero existe mucha confusión. Primero por su polarización: un 2 por ciento de la población tiene un 95 por ciento de la riqueza, y son éstos los compradores de vino“, señala Zhao en un encuentro con periodistas.
Otros obstáculos son la centralización del sector, la pequeña red de distribución, la prohibición de importar cepas por la filoxera, la competencia de los licores chinos de arroz, sorgo o trigo, las falsificaciones, la falta de neveras apropiadas en los restaurantes, o barbarismos locales como refrescar el Burdeos con cubitos de hielo o mezclarlo con refrescos.
Marga Zambrana/ EFE