Hace sólo 7.500 años que el hombre bebe leche. Los bebés mamíferos tienen la capacidad natural de asimilar y digerir la leche materna, que pierden una vez criados. Inicialmente también sucedía en los humanos, hasta que un salto evolutivo cambió las cosas en Europa. Fue una adaptación al medio ventajosa debido a que la leche del ganado doméstico y sus derivados sumaban un alimento más, disponible y a mano todo el tiempo. Hoy en día los europeos disponemos de esa herencia genética, excepcional en otros países y si es así ¿por qué no aprovecharla? Se dice que Hipócrates ya describió en el siglo V a. C. los síntomas asociados a la intolerancia a la lactosa.

En España no se conoce bien la prevalencia de la intolerancia entre adultos, que varía por regiones y es menor en las del norte. Se sabe, no obstante, que sólo un pequeño porcentaje está diagnosticado. Entre los lactantes la alergia a las proteínas de la leche oscila entre el 0,4 y el 1,9 por ciento, y obliga a los pequeños a seguir una dieta estricta y vigilar el mayor riesgo asociado, el déficit de calcio.

En la actualidad los beneficios asociados al consumo de lácteos en la edad adulta suscitan constantes debates entre los especialistas, aunque sí se insiste en que los jóvenes deben ingerir lácteos para acumular calcio.

¿Qué es la intolerancia a la lactosa?
Lactosa es el nombre del azúcar que se encuentra en la leche. Para poder transformar la lactosa en energía, el cuerpo debe fraccionarla en porciones más pequeñas que puedan ser absorbidas. El intestino delgado contiene una enzima llamada Lactasa, una sustancia química que fracciona la lactosa.

La intolerancia a la lactosa ocurre cuando el intestino de una persona no produce suficiente lactasa para digerir la lactosa que ingiere. Cuando la lactosa llega al intestino grueso (colon) es digerida por las bacterias que residen allí produciendo gas y una pequeña cantidad de ácido que da lugar a los siguientes síntomas: dolor abdominal, nauseas, vómitos, espasmos, defecaciones explosivas, heces flotantes y diarreas ácidas. Los síntomas suelen aparecer desde los 30 minutos a las 2 horas después de haber ingerido alimentos que contengan lactosa.

Tipos de intolerancia a la lactosa
Según su origen podemos hablamos de intolerancia:

  • Primaria: falta de lactasa desde el nacimiento. Es extremadamente raro padecer intolerancia a la lactosa desde el nacimiento. La mayoría de los niños produce lactasa al nacer y pueden digerir la lactosa cuando son bebés. La lactosa es el principal azúcar contenido en la leche materna.
  • Secundaria: un niño puede volverse intolerante a la lactosa si una infección o una reacción alérgica daña el intestino delgado, causando una escasez en la producción de lactasa. Usualmente este daño es temporal, pero pueden pasar semanas o incluso meses antes de que el niño vuelva a tolerar productos lácteos. Otras enfermedades más crónicas, como la enfermedad celiaca, la enfermedad de Crohn o una infección con parásitos también pueden causar una temporal intolerancia a la lactosa.
    En otros casos, la intolerancia a la lactosa se desarrolla espontáneamente a lo largo del tiempo. Cuando los niños alcanzan de 3 a 6 años de edad, sus cuerpos pasan naturalmente a producir menores cantidades de lactasa que las producidas en el primero o segundo año de vida. En algunos niños, la producción continúa reduciéndose o incluso se detiene totalmente.

¿Cómo se trata la intolerancia?
Su médico o nutricionista le tiene que ayudar a decidir el mejor tratamiento basado en los síntomas específicos del niño debido a que hay una gran variabilidad clínica. La mayoría de los niños son capaces de tolerar cierta cantidad de lactosa. En estos casos:

  • La principal medida es limitar la ingesta de leche de cualquier mamífero (cabra, oveja, vaca) y sus derivados (queso, yogur, mantequilla, nata…): los quesos y yogures tiene menos cantidad de lactosa que la leche, ya que el proceso de fermentación disminuye su contenido. El yogur contiene un 30% menos de lactosa y el queso curado tiene muy poca cantidad de lactosa o casi nula. Hay que introducirlos poco a poco según tolerancia individual.
  • La lactosa se tolera mejor si se consume durante las comidas principales que si se toma de forma aislada.
  • Se debe determinar a partir de qué cantidad de leche o derivados se desencadenan los síntomas. Una cantidad que no se tolera, si se toma repartida en 2 o más tomas durante el día, puede tolerarse.

La leche es una buena fuente de nutrientes. Si su niño debe hacer una dieta que restrinja la lactosa, es importante complementarla con calcio, vitamina D y riboflavina (vitamina B). Hay que llevar a cabo una alimentación variada y equilibrada, para asegurar que no se produzca déficit de calcio en todos aquellos nutrientes que participan en la composición de huesos y dientes.

Esta entrada es original del blog “Komo-como” de Regina Martínez.

Imagen: pelagiaraya