La Casita de Azúcar, donde los amantes del dulce se rinden ante sabores caseros
Reinventarse o morir, dicen algunos. Reinventarse es lo mejor que le ha pasado a Ana Camacho, madrileña dedicada al diseño gráfico en televisión, cuando decidió huir de la gran ciudad. En su arrebato llegó al fértil Valle de Lecrín, un lugar que no sólo le brindo una nueva vida, si no que también le abrió las puertas de la creatividad, proporcionándole lo mejor de la tierra. Naranjas, limones, uvas, almendras… ingredientes que ella aprovechó para elaborar la receta de su negocio La casita de azúcar.
La emprendedora convirtió “la cocina en un taller de artista”, asegura. Este rincón se transformó para ella en un espacio creativo del que al principio salió pan integral biológico (Pin-Pan, panes con poesía), más tarde se aventuró con mermeladas ecológicas, elaboradas con productos de su propio huerto, “de sabores y mezclas originales y diferentes”, para llegar al mundo de las tartas y la repostería casera, “a la que siempre he tenido gran afición”, puntualiza.
El éxito le pillo casi por sorpresa. A sus confituras y mermeladas las bautizó como La casita de azúcar. Un total de 16 sabores -de guindillas o pimientos, de mango con cardamomo y jengibre, cereza con pétalos de rosa, mandarina con chocolate, manzana tatin, tomate con vainilla , nectarina con azafrán o albaricoque al ron…- “son ecológicas y artesanales, con productos de temporada de Granada”. Camacho escoge las frutas y verduras de los huertos de sus productores a los que conoce, al igual que ha tirado del mundo del arte para encargar a antiguos compañeros las etiquetas de cada sabor. “Elegí a los diseñadores según el sabor y sus gustos y han quedado preciosas”, comenta. Todas tienen en común el logotipo de la empresa: un corazón.
El reinventarse fue a más, cuando hace cinco años realizó un curso de Creación de una empresa en la Cámara de Comercio. Sus mermeladas de autor, elaborabas en una cocina industrial en Alfacar, ya estaban en diferentes tiendas de Granada, Madrid, San Sebastián, Asturias, Sevilla, Niza y Toulouse (Francia). En 2015 abrió en el zaidín la Casita de azúcar, “en honor a esas casas encaladas que recuerdan al merengue”. Un palacio para los golosos donde pueden encontrar los productos elaborados por Ana Camacho y otros más, pero eso sí, subraya “productos de máxima calidad”. Entrar en La Casita de Azúcar es tener acceso a la mejor bollería francesa, traída de la Bretaña y horneada diariamente, los mejores panes ecológicos de Dílar, el pan de horno de Alfacar, miel pura, pastella moruna, humus de remolacha, mojo picón y una larga lista de tartas, veganas, sin gluten, sin lactosa, sin azúcar y galletas…
Una tienda sin mostrador. “Mi idea era compartir una mesa grande repleta de cosas ricas, en la que el cliente pueda rodearla y elegir”, explica. Además, en la Casita de azúcar también puedes desayunar o merendar en una terracita exterior o en una mesita interior, y saborear el té, el café o la limonada con hierbabuena casera. Y así, reinventándose día a día Ana Camacho esboza futuros talleres de cocina, sesiones de cine gastronómico o tea parties.