Uno de los problemas secundarios que ha tenido siempre el ejército ha sido la manutención de los soldados. En épocas de combate, los hombres tenían que estar bien nutridos, pero era difícil conseguir los alimentos básicos. Además, los productos que lograban llegar al frente no contenían suficientes vitaminas ni proteínas, lo que daba lugar a enfermedades, infecciones y contagios. Con el desarrollo tecnológico se trabajó para avanzar en esta cuestión y presentar productos adecuados. De esta manera llegaron diferentes tipos de alimentos o preparados que, con los años, y como muchas cosas pensadas únicamente para el ejército, como Internet o algunos tejidos, terminaron consiguiendo luego un sitio destacado en la sociedad y hoy se hacen imprescindibles en los supermercados. Los alimentos precocinados, las barritas energéticas, o las bolsas con hojas de lechuga cortada son productos habituales en nuestra nevera, pero fueron pensados inicialmente para el consumo militar. El primero que pensó que este problema había que solucionarlo fue Napoleón Bonaparte. Ya durante una de sus batallas ofrecía como premio 12.000 francos (unos 25.000 euros de ahora) a quién encontrara un proceso que permitiera hacer duraderos los alimentos para abastecer a su ejército. Así se inventó el precursor de las latas de conserva, perfectas para abastecer a mucha gente y fáciles de transportar. La persona que logró dar con la clave fue Nicolás Appert, un pastelero que observó cómo los alimentos se conservaban más tiempo dentro de cajas de lata o vidrio. De esta manera, el ejército francés se salvo de morir por inanición y este pastelero desarró una técnica que aún sobrevive.

Los requisitos que se exigen a estos alimentos son que sean fáciles de transportar, que no pesen mucho, que puedan mantenerse en buenas condiciones durante mucho tiempo y que tengan gran número de calorías. La investigación de los científicos ha dado lugar a resultados increíbles e impensables como el pan que no se pone duro (el hoy imprescindible pan de molde) o la capacidad de controlar la humedad a base de añadir sal y azúcar a los alimentos y así prolongar su periodo normal de vencimiento.

Existe un pueblo en Boston donde hay un centro financiado en parte por el gobierno federal donde investigan y desarrollan productos para las raciones militares. Allí los investigadores se dedican a examinar alimentos y probar con conservantes y sabores que permitan que su consumo sea agradable. Tienen nutricionistas que examinan los menús. Por eso todos los alimentos tienen que tener los máximos nutrieres posibles. Los famosos Cheetos que hoy venden en los quioscos de chuches tienen su origen en el ejército, concretamente en la deshidratación de queso mezclado con harina de maíz frito. El café soluble también debe su fama al uso por parte del ejército. En la II Guerra Mundial se inventó un dulce a base de chocolate, azúcar y cereales compactado que hoy se conoce como barritas energéticas. El mundo de los precocinados se debe a los avances militares. Y, como éstos, decenasde alimentos que hoy llenan las baldas de cualquier supermercado. Aunque al ejército también le debemos algunos electrodomésticos imprescindibles en nuestra cocina, como el microondas, un derivado del radar Magnetron que se empleaba desde los años 20 en trincheras.