Su pequeño laboratorio de sabores y olor a magdalena recién hecha está justo al lado de donde su hija Azahara despacha los pasteles. La puerta, entornada. Es verano y empieza a hacer algo de calor. Una enorme sonrisa es su carta de presentación, que viene acompañada de una mirada de modestia. Él no quiere figurar, porque no cree que haga nada extraordinario. Ha tenido la suerte, explica, de poder dedicarse a algo de lo que está profundamente enamorado.

Abre la puerta del horno, con las manos escondidas en guantes rojos. Se asoma y enseña lo que acaba de crear. Magdalenas calientes, con azúcar en la cima, alineadas casi con escuadra y cartabón. Una al lado de otra. Perfectas. Con un respeto solemne las introduce de nuevo en el horno. Les queda un poco más.

Lleva cuarenta años haciendo pasteles. De todo tipo. Su trabajo es dar forma con chocolate a los sueños. Huele. Claro que huele.

La memoria arranca. Aparece en otra época, y otro lugar. Son sus dieciséis años, parte de los que pasó trabajando en una tienda de decoración. Hasta que su padre le dijo aquello de “¿por qué no pruebas a dedicarte a lo que te gusta?, con el talento que tienes, con la decoración no vas a ningún lado”. La suerte y el destino, aliados a partes iguales, le llevaron a una confitería. “Una de las más destacadas de la capital”. Ahí comenzó la historia. La que sigue ahora. “Creo que soy uno de los pocos pasteleros que hay en Almería”. Su hija Azahara, que está apoyada en la nevera, asiente con media sonrisa. No quiere hablar pero está tremendamente orgullosa del trabajo que su padre realiza.

“¿Sabes qué pasa? Que me encanta mi oficio, y es muy raro encontrar a alguien que con cuarenta años dedicándose a lo mismo, te diga esto”. Es extraño que el paso del tiempo no desgaste las ideas, ni los gustos, ni pierda el sabor de lo auténtico. Mira hacia el mostrador. Ha entrado alguien en La Goyesca, que abrió hace dos meses, el mismo Jueves Santo, al lado de la Escuela de Arte, en pleno centro. Ha perdido la cuenta, destaca, de la cantidad de pasteles que hace al cabo del día. Aunque, eso sí, afirma que no le da miedo enfrentarse a dulce o salado. “Hago hojaldre, empanadillas o magdalenas a partes iguales, no tengo preferencia ninguna”. La receta, la de siempre, aunque no se esconde a la hora de asegurar que, “como a casi todo el mundo” a él también le gusta “innovar, aunque muchas veces me sale mal y tengo que tirarlo”. Pero eso no suele pasar. Lo sabe. Que son muchos años ya.

¿Lo que más le piden” “La bollería en un lugar destacado y con diferencia, todo lo que vendemos lo hago yo… bueno, todo menos el pan”.

Mira de reojo a un post-it que hay pegado en el blanco de la nevera. “Con motivo de la noche de San Juan nos piden, cumpliendo la tradición, las cocas. No es algo típico de Almería, creo que más bien es valenciano o catalán, pero aquí tiene mucha tirada”.

Como consejo para aquellos que próximamente celebren una despedida de soltero, sus pasteles con forma específica. En caso de ser un hombre, un cuerpo de mujer. Mientras que si es para ella, un pene.

Todo esto, así como las tartas, pueden encargarse por teléfono llamando al 950 932 713. “Tenemos de todas clases, para cualquier ocasión especial que lo requiera”, apunta. Luego sigue trabajando. Le queda una dura jornada.

Fuente: Berta F. Quintanilla, El Día de Almería