Producto, tradición y elegancia. Son los tres términos que definen la herencia del cocinero catalán Santi Santamaria, que ha muerto a los 53 años en Singapur y a quien el presidente de la Academia Española de la Gastronomía, Rafael Ansón, ha definido como el Rolls Royce de la alta cocina española.

A Santamaria, que batallaba desde hace años contra la obesidad, le ha sorprendido la muerte en la cocina de su restaurante Santi de Singapur, que regenta su hija Regina, precisamente cuando mostraba las instalaciones a periodistas y amigos españoles, por lo que la noticia de su fallecimiento ha corrido como la pólvora.

Este cocinero autodidacta era uno de los máximos defensores de la tradición en la técnica culinaria, aunque ello no significa que sus recetas fueran rancias o que abominara de la modernidad “bien entendida”.

Si no, difícilmente podría explicarse que su restaurante Santceloni esté considerado el mejor de Madrid y, por supuesto, que su Racó de Can Fabes (Barcelona) tenga tres estrellas Michelín y fuera, tras Arzak, el segundo de España en lograr la ansiada tríada -a la que suma varias más de sus otros locales-.

Pero en los últimos años el nombre de Santi Santamaria no fue primera página por la importancia de su labor gastronómica, de su expansión internacional -con restaurantes en Singapur y Dubai- y de ser una suerte de enlace entre los universos gastronómicos español y francés.

Por lo que Santamaria fue noticia es por el monumental cabreo que provocó en sus colegas de profesión cuando en su libro La cocina al desnudo, que para más inri recibió el I Premio de Ensayo de la Editorial Temas de Hoy, puso como rama de perejil a quienes abusan de los productos químicos en sus platos y contribuyen a convertir la gastronomía en un circo mediático.

En mayo del 2008, el cocinero criticó que su gremio fuera capaz de “legitimar formas de cocinar que se apartan de las tradiciones” y guisen con “productos químicos” que pueden incluso perjudicar la salud.

“Hoy tengo con Ferrán Adriá un divorcio enorme, conceptual y ético, y tanto él como su magnífico equipo van en una dirección contraria a mis principios”, dijo este hijo de agricultores que defendía, ante todo, la grandiosa sencillez del buen producto, y sobre todo el de su tierra, Cataluña. Unas palabras que levantaron ampollas entre muchos de los grandes cocineros españoles y que incluso hicieron que su nombre se vetara en la cumbre gastronómica Madrid Fusión, aunque alguna tímida voz le defendiera y dijera que Santamaria no había hecho otra cosa que tener el valor de decir en voz alta lo que muchos pensaban.

Porque Santamaría no tenía pelos en la lengua. Ahí quedan frases de este enamorado de la dieta mediterránea como “Menos producto manufacturado, menos producto de la estantería del supermercado, y más volver a pelar cebollas”, “Hay que dejarse de tonterías como comer cerezas en invierno” o “Con las cosas del comer no se juega”.

Su inesperada muerte ha diluido polémicas y borrado cualquier resquemor. Sus compañeros de profesión sólo han tenido palabras emocionadas hacia el legado gastronómico que deja este chef hecho a sí mismo que tanto defendió la verdadera esencia de la cocina: cocinar bien, con buenos productos y que el resultado esté bien rico.

Fuente: EFE | Imagen: José Ángel García