Petit Comité es un lugar íntimo, acogedor como un café tertulia madrileño donde un con-leche podía durar toda la tarde y parte de la noche. Comenzamos con la Ensaladilla Petit Comité que me robó el corazón…

Habíamos estado en Petit Comité antes. Fue una de esas incursiones rápidas como el rayo que hacemos al pasar por delante de un sitio nuevo, ya sabéis: por motivos de rigor científico y por lo de nuestra obsesiva búsqueda de la felicidad en la mesa. Foodilove tiene una depurada coreografía a tal efecto, que consiste en entrar, oler, escuchar, sentir el lugar, hacer lectura en diagonal de la carta, echar un vistazo a lo que se come en una mesa cualquiera, saludar con una sonrisa y salir. Una vez fuera del lugar en cuestión, podemos: a) tomar nota para volver en la ocasión más apropiada, maquinando a qué amigos/as contárselo para que se apunten; o b) poner cara de la hija incestuosa de Tristeza y Miedo de la película Del Revés y olvidarlo para siempre. Tras haber pasado una velada en Petit Comité, en foodilove nos pegamos porrazos contra la pared más dura porque, a pesar de que cuando lo descubrimos, salimos a la calle con cara de a), hemos tardado siglos en venir. No sé si será porque su nombre es francés o solo porque mi imaginación se va de viaje en cuanto le tocan las palmas, al tomar asiento en una de las mesas del fondo me sentí en una secuencia de la woodyalénica Midnight in Paris. Petit Comité es un lugar íntimo, acogedor como un café tertulia madrileño donde un con-leche podía durar toda la tarde y parte de la noche. Además, tiene la iluminación perfecta para hablar de cosas bellas o hacer planes soñadores. Pero no solo de sueños vivimos, lo nuestro también es la comida que amamos.

Comenzamos con la Ensaladilla Petit Comité, que a mí no solo me reconcilió con este plato al que siempre he incluido en la categoría de los sosillos, sino que me robó el corazón. Tiene una textura muy divertida gracias al polvo de maíz tostado que lo compone, la finura aromática del aceite de albahaca que, lejos de eclipsar la sutileza de la mahonesa, eleva el plato a la categoría de los exquisitos. El mejor tenedor para degustar este entrante es una de las rodajas de yuca frita que lo coronan. Sin miedo, sin pudor, a mano. El Risotto de pato y calabaza está acompañado de una sublime espuma de foie, de la que podría comer varios hectólitros, y semillas de amapola que anuncian que éste no es un risotto más. El Hojaldre de angus con foie y salsa de azafrán es nuestro motivo para volver. Lo incluiríamos en la carta de nuestros sueños. Está acompañado de unas verduras impecablemente preparadas al dente (y que, en secreto y en silencio, imagino con la espuma de foie, por cierto). El hojaldre es francesamente redondo y ligero para acompañar a una ternera exquisita. Otra vez sin sitio para el postre. Vaya tela.

Nos encantó la solución de colocar unos rodillos blancos en los techos altos y majestuosos, que añaden formas divertidas a la vez que imaginamos se mejora la acústica. La colección de interpretaciones contemporáneas de las cabeza de toros nos divirtió. Los suelos hidráulicos no podrían ser otros, están en su sitio. El equipo de sonido nos regala una música límpida y bien seleccionada. Los baños son divinos, te quieres llevar la copa de vino para echar allí un rato leyéndote uno de los libros que exponen. El bar de la entrada nos conquistó por el equilibrio acogedor de la estantería, la simetría de sus lámparas y su aire de biblioteca refinada. El personal de sala fue atento y profesional. Nos hicieron sentir en casa, cuidaron de nuestro disfrute y nuestro bolsillo. En familia.

En castellano la expresión petit comité, según El País, se usa para referirnos a “un pequeño círculo de personas que toman decisiones sin contar con los demás componentes del grupo”. En la vida, hacer las cosas en petit comité, puede tener sus ventajas pragmáticas y sus inconvenientes antidemocráticos. En cualquier caso, una vista al Petit Comité de Sevilla es una Gran Ocasión para estar a gusto y disfrutar un rato sin tomar decisión trascendente alguna, sino más bien emplearse en ser feliz, en soñar o incluso hablar de política en nuestro país sin gobierno.

Esta entrada es original del blog “Foodilove” de Concha Ortiz.