David Schoneveld, ataviado con un sombrero  de cowboy, se encuentra en el desierto de Arawa, en el sur de Israel.  De una especie de caja de cristal saca una bandeja con galletas.  Cocidas a 100 grados de luz solar, afirma este residente de un  kibutz (casas comunales israelíes). El horno solar funciona siguiendo un principio simple: una  pared de espejo y dos botes de mermelada pintados de negro en la caja  concentran los rayos solares sobre la bandeja.

La conciencia ecologista está poco difundida en Israel. Pero el kibutz de Lotan, ubicado a 50 kilómetros de la ciudad de Eilat, a  orillas del mar Rojo, se ha convertido en punto de referencia y  generador de tendencias.

Nuestro principio es derrochar lo menos posible y aprovechar lo  máximo“, explicó Schoneveld, que vive con su familia desde hace 14  años en Lotan. Se han reestructurado los tejados y una moderna  instalación del aire acondicionado ha conseguido reducir un 25 por  ciento el consumo de energía del kibutz. La basura se ha reducido en  un 70 por ciento.

Y ver cómo podría ser en el futuro se puede ver en el Campus  Ecológico, un pequeño asentamiento realizado bajo la consigna de la  sostenibilidad con diez viviendas iguales. Están construidas con un  armamento de acero en forma de cúpula, con paja y una mezcla de  tierra, que de todas formas es la que se extraer al instalar las  tuberías.

Alrededor de las coloridas casas de barro se han colocado ruedas  de coche que están llenas de botellas de plástico. De la cocina común  el agua residual va directamente al jardín. También tener un WC sin agua contribuye a ahorrar agua, pues en el baño se ha introducido  una mezcla con excrementos de cabra.Tras cuatro meses tan sólo  queda una tierra seca que no desprende ningún olor y que sirve de  fertilizante para el jardín“, explicó.

Con estas instalaciones ecológicas, el de Lotan es una excepción  entre los más de 250 kibutz que hay en Israel, que a menudo necesitan  una gran cantidad de agua y energía y antes se deshacían de su basura  dejándola en el desierto o quemándola. Ahora aquí hay principios  ecológicos, explicó Schoneveld, que habita con su familia en uno de  los clásicos kibutz (casas prefabricadas) con baños corrientes. El  agua residual sin embargo a parar a unos recipientes con guijarros y  plantas de agua, donde el agua es depurada de forma ecológica.

Unos 180 adultos y niños viven en la actualidad en Lotan, entre  ellos unos entre 10 y 30 invitados extranjeros, que residen allí  durante unas semanas o unos meses. Muchos turistas van hasta el  kibutz para una visita corta y duermen en la casa de invitados. “Para  nosotros es importante difundir nuestro conocimiento“, dijo Daphna  Berger, de la oficina de administración del kibutz.

En el centro para ecología creativa los estudiantes  internacionales aprenden el reciclaje o a cultivar y construir de  forma ecológica.  La mayoría de ingresos en el kibutz provienen de la agricultura,  de las plantaciones de dátiles y de las cerca de 500 vacas lecheras,  pero el turismo ecológico se está desarrollando como una sector  creciente y lucrativo. “No somos ningunos freaks de la ecología”,  afirma Schoneveld. “Queremos vivir de forma ecológica, pero también  ganar dinero”, añadió. Y ese es un argumento que podría llevar a  otros kibutz a seguir la senda de la ecología.

Fuente: Sonja Peteranderl / DPA