La Pantera Rosa, el primer show animado mudo que se coló en las noches estadounidenses, toda una innovación, se estrenó en el programa Hoy también es fiesta donde los niños españoles en la mañana de los sábados también descubieron a Torrebruno, primo adelantado de Rafaella Carrá. De eso se van a cumplir 40 años. Hasta poco antes el sábado también era lectivo y la lánguida pantera, representación del diamante que se disputaban Peter Sellers-Clouseau y David Niven en el cine, fue un glamouroso regalo de TVE para los niños con coderas que empezaban a tener un fin de semana entero para jugar.

Bimbo, a medio camino entre España y México, contempló a finales de los 60 en los pastelitos una vía de expansión a sus magdalenas y el pan de molde. Los dulces envasados, con los cromos como reclamo, comían terreno a los bocadillos de siempre. El celofán se aliaba con una imagen golosa y moderna para que las madres del tardofranquismo creyeran en las bondades de los reyes esponjosos. La competencia de los regalos y los pastelitos era auténticamente feroz. Y Bimbo causó impacto con la pantera: un bizcocho tipo Bucaneros con la cobertura de color rosa. La Pantera Rosa en 1972 fue el primer personaje televisivo en tener un pastelito y no ha faltado en estos 40 años en los que han cambiado tantas cosas menos el aspecto y el olor de este felino de carbohidratos.

Bimbo, con Bony, Tigretón y Bucaneros (recuperados estos últimos en este verano) empezó a regalar adhesivos de disfraces de la pantera. Y después llegarían las diapositivas de Bimbovisión, las tarjetas del Un, dos, tres o tantas colecciones sobre el universo Disney que vinieron a elevar la báscula para muchos niños. Los pastelitos (hubo incluso una dedicatoria a La casa de la pradera), por precio, tuvieron que dar paso a otras meriendas más económicas. Y algunas, más saludables. Pero, todavía hoy, abrir un pantera rosa es un subidón de nostalgia.

Francisco Andrés Gallardo