Ingredientes:
– Una lámina de masa quebrada
– 2 calabacines pequeños
– 2 chirivías
– 2 zanahorias medianas
– 2 huevos
– Una tarrina de queso para untar (natural, con queso azul o a las finas hierbas)
– Un vasito de nata ligera
– Unas semillas de sésamo negro
– Sal y pimienta negra molida

Preparación:
En primer lugar, forramos un molde desmontable con papel sulfurizado y colocar la lámina de masa encima. Presionar las paredes y pinchar el fondo. Dejamos en el frigorífico hasta el momento de hornear. Luego, lavar los calabacines, los despuntamos y sin pelar, les sacamos tiras finas a lo largo, con ayuda de un pelador o, mejor aún, una mandolina. Raspar y despuntar las chirivías y las zanahorias y hacemos lo mismo. A continuación, en un cuenco, batimos los dos huevos con la nata y la crema de queso con una pizca de sal y pimienta negra. Trabajar con la batidora hasta obtener una crema fina y sin grumos. Añadimos las nueces desmenuzadas y mezclar. Precalentamos el horno a 180 grados.

Para montar la tarta, ponemos dos o tres tiras de la misma verdura, una encima de otra y enrollamos. Se van colocando los cilindros sobre la base de pasta quebrada y los abrimos un poquito por arriba para formar una flor. Vamos colocando los rollitos de verdura combinando los colores, muy juntos, para que no se abran. Con ayuda de una cuchara, repartimos la mezcla de queso y huevo dentro y alrededor de todas las “flores” y espolvorear las semillas de sésamo. Por último, hornear unos cuarenta minutos y doramos ligeramente la superficie. Servir templada y acompañar con una ensalada de tomates y canónigos.