Un maná al lado de casa
Seguramente casi nadie sabe que el 30% de la sal que se consume en España procede de Huelva. Que la empresa que suministra en exclusiva este producto a una de las mayores compañías de distribución española es onubense. Y que esta empresa es la primera salinera industrial existente en la provincia. Y, además, sólo tiene un año y medio de vida y está en plena expansión. Se trata de Salinas del Odiel, una firma local, ejemplo nacional de emprendimiento y valentía en los tiempos actuales.
Lo de estas salinas de la capital es algo especial. Empezando por su ubicación, en pleno centro del paraje natural Marismas del Odiel, en perfecta armonía con el medio, subrayando su naturaleza pura; básica pero muy rica. Ahí, de esas balsas que se observan tras el muelle de Tharsis, en la raíz del popular espigón, se extrae desde hace años la sal que la empresa suministradora utiliza en su fábrica de Huelva. Es un producto básico para su producción pero la explotación marismeña da suficiente para cubrir más necesidades.
Un área total de 1.300 hectáreas, 12 balsas cristalizadoras y un excedente de 100.000 toneladas. Cuando la empresa responsable de la extracción y mantenimiento de la salina quiso darle salida a esa montaña salada el año pasado, Esteros de Isla Canela SL y Goysa se embarcaron en la aventura de llevar uno de los mejores productos naturales de Huelva a toda España. Así nació Salinas del Odiel.
La apuesta fue clara para estos emprendedores. Sorprendidos de ser “la primera industria salinera en Huelva en 20 siglos”, su principal aval fueron los acuerdos de comercialización con la concesionaria de las salinas, manteniendo su suministro anual (20-30.000 toneladas). Eso les abrió las puertas del mercado para irrumpir con sal marina de gran calidad, mientras se desarrollaban las instalaciones y se formaba al personal.
Esteros de Isla Canela SL y Goysa tienen como referente la cultura del esfuerzo y el trabajo, la ilusión por un proyecto único, y el orgullo de colocar a Huelva en el mapa nacional e internacional con un producto natural e íntimamente ligado a su historia marinera.
Tienen claro que la implicación debe ser total. En apenas año y medio ya han invertido 2,5 millones de euros, sabedores de que la mecanización y la investigación y desarrollo en el proceso deben ser fuertes, bajo la filosofía de garantizar siempre precios bajos. Su baza, precisamente, es esa. Y la calidad del producto, 100% natural (de un 99% de cloruro sódico), procedente de agua del Atlántico. “Probablemente es la sal más pura del mercado”, dicen con orgullo. Viene de un paraje poblado de flamencos, una de las mayores colonias de la Península, que se alimenta del alga que tiñe de rojo las balsas salineras y que le proporciona el pigmento rosado.
La calidad y la capacidad de atender a la demanda existente fueron claves para que Mercadona decidiera convertir a Salinas del Odiel en su proveedor exclusivo para todo el país. Ese fue el impulso definitivo al proyecto, decisivo para controlar el 30% del mercado de sal de boca (alimenticia), el 37% de saleros y también el 40% de la sal para lavavajillas. Cada día se procesan entre 250 y 300 toneladas en la factoría onubense, y salen 175.000 kilos para los centros logísticos de la firma de supermercados; 120.000 de ellos en paquetes de un kilo totalmente naturales.
Gran parte de la motivación diaria viene de su condición de proveedor de Mercadona, que marca un gran nivel de exigencia con estándares de calidad por encima de la media y provoca la continua reinvención del proceso, buscando siempre los mejores resultados. Por ello en breve se empezará a comercializar la apreciada flor de sal en los supermercados, a un precio asequible para el gran público, y con la misma calidad que la oferta de sal gruesa, fina y yodo-fluorada y sal para lavavajillas que se consume en cientos de miles de hogares.
A ese público, ya fiel, que se interesa por el producto a través del teléfono de información al consumidor, se debe Salinas del . Y a su orgullo de llevar el nombre de Huelva a todos ellos. “Porque aquí también se pueden hacer grandes cosas”, dicen. Parece que está claro.
Fuente: Javier Ronchel