Ayer volví a sorprenderme.

Como todo el mundo por estas fechas, me reencontré con un viejo amigo. Era de mi época de Erasmus, y estuvimos recordando lo bien que lo pasábamos y como están las cosas hoy día. Él aún vive en Italia, donde la cosa parece que no está mucho mejor que aquí, y dedicado al mundo de la energía, me contaba como parece que evolucionarán las cosas en ese sector. Yo, para no ser menos, le hablaba de la crisis del sector del vino y de cómo lo están pasando las bodegas, los bodegueros los enólogos… y en definitiva simplemente charlábamos y reíamos.

Todo esto, mejor hacerlo en un bar que en plena calle, y por supuesto, mejor acompañados de unas buenas tapas y unos buenos vinos, para celebrar que seguimos teniendo buena salud y amor 😉

Pues entre tapa y tapa y vino y vino, y haciendo lo habitual, pedí un vino, más que poco conocido, completamente nuevo para mí. Habíamos ya bebido, él, un vino de la comunidad de Madrid y un Ribera, y yo, para variar, un Rioja y un Ribera también. Terminamos con una botella del Bierzo a medias, pero antes, pedí una copa de “Les pensees de Pallus, elaborado con Cabernet Franc, de la zona Chinon, Francia del año 2004.”

Nunca me dio vergüenza reconocer que no domino todos los vinos del mundo, y me gusta presumir de beber cosas que desconozco, para sorprenderme siempre que puedo. Muchas veces, esto es un completo desastre, dada la poca innovación que se encuentra en la gran mayoría de los bares que apuestan por lo seguro. De ahí que nunca falte un buen Rioja y un buen Ribera en el noventa y cinco por ciento de los bares…Pero ayer, la cosa fue de maravilla.

Sin mucha credibilidad en principio, me acerqué el vino, y al estar tan frío, pocos aromas percibí, por lo que sin comentar nada, me lo llevé a la boca, donde tampoco sentí nada diferente. La conversación continuaba, el vino se iba atemperando, y en un momento dado, uno de los dos hizo un aspaviento, de modo que los aromas llegaron a mi nariz, lo que me hizo mirarlo y volver a coger la copa. Al acercármela, los aromas a fruta negra, fluyeron de una manera muy agradable, y ese casis del que tanto se habla en los vinos franceses pero que yo, casi nunca diferencio especialmente en los vinos españoles, sobresalía de una manera fascinante. Agité mi copa, y de repente aparecieron aromas terrosos, predominando increíblemente la trufa blanca, cosa que me encanta. Seguramente alguno pensará, “sí, y las dos copitas que habíais bebido ya, ¿No tuvieron nada que ver?” 😉 Pues puede que sí y puede que no…pero ciertamente la boca, también mejoró con mayor temperatura, y en resumen os cuento que el vino me gusto mucho…

Si quieres leer la entrada completa, pincha aquí para ver la entrada en el blog de Álvaro Martín De vinos, viñedos y bodegas